domingo, 29 de julio de 2012

Porqué debemos conocer el pasado...


El mundo está habitado por pueblos muy diferentes unos de otros en su vida y en sus costumbres. Algunos, como los negros africanos o los indígenas de Australia y Melanesia, viven agrupados en pequeñas comunidades o tribus, habitan chozas rústicas, conocen apenas la agricultura y demuestran, en todo sentido, un desarrollo intelectual muy escaso. Cuando nos referimos a ellos les llamamos "salvajes". 


En cambio en Europa, América y buena parte de Asia, encontramos pueblos sumamente cultos, que han logrado, gracias a su inteligencia y a sus esfuerzos, un nivel de vida muy superior. Forman granes comunidades que  se denominan Estados, en los que existen ciudades cuya población se cuenta a veces por millones de habitantes. Saben construir enormes edificios, estudian con ardor las ciencias que les revelan los secretos de la naturaleza y han inventado máquinas mediante las cuales el trabajo humano multiplica sus posibilidades. Decimos de ellos que son pueblos "cultos" o "civilizados".


Ninguna nación actual puede atribuirse el honor de ser la creadora única de dicha civilización. Esta es la resultante de los esfuerzos acumulados durante siglos por los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares. Es un legado que hemos recibido y que procuramos acrecentar en lo posible. Por eso hay que conocer el pasado para poder explicar el presente.


La curiosidad por saber que es lo que sucedió en el mundo antes antes de que nosotros existiéramos es, pues, un verdadero deber. La Historia es la disciplina que trata de satisfacer esa curiosidad, investigando todo lo  referente al pasado humano. Para ello necesita, en primer término, proyectar los conocimientos en el tiempo, estableciendo entre éstos una relación  de proximidad o de distancia que se llama "relación cronológica". 


Necesita, además, ubicar los sucesos en un determinado lugar, para lo cual le es imprescindible la ayuda de la Geografía, que se presenta, así, como hermanada a la Historia, porque aquella fija en el espacio los hechos que ésta analiza en el tiempo.


Pero el problema que sustancialmente obsesiona al historiador es el de establecer como se produjeron los acontecimientos y en que relación de causa a efecto se hallan los unos con los otros. La Historia deberá, en consecuencia, responder, siempre, a estas preguntas decisivas: ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿cómo? y ¿por qué?.


Introducción a "Prehistoria y Oriente" de Oscar Secco Ellauri y Pedro Daniel Baridón; Casa A. Barreiro y Ramos, Montevideo, 1937.

domingo, 22 de julio de 2012

¿Pueden pensar los computadores?




La gran velocidad de los ordenadores les ha permitido solventar en breve tiempo problemas tan complejos que los humanos no podrían solventar en toda la vida. Esto no quiere decir que los computadores resuelvan problemas que no puedan resolver los hombres, sino que solucionan, en un espacio relativamente corto de tiempo, problemas que requerirían los esfuerzos de muchos hombres durante un considerable espacio de tiempo. Tomemos, por ejemplo, el problema del lanzamiento de un proyectil sobre un blanco móvil. Además de la velocidad y la dirección del blanco y el proyectil, deben tenerse en cuenta la resistencia del aire, la velocidad del viento, la atracción de la gravedad y muchas otras fuerzas. Todos estos cálculos deben ser hechos rápidamente y constantemente revisados mientras el proyectil está en vuelo. Solamente los computadores pueden ejecutar estos cálculos con la rapidez suficiente para el ajuste que debe hacerse al proyectil mientras éste se halla en el aire.

Si los computadores pueden solucionar tales problemas complejos, ¿es razonable decir que pueden pensar? La respuesta es afirmativa, si la entendemos como realización de las órdenes del cerebro humano. Cuando una bomba se utiliza como corazón artificial, no se considera un corazón; con todo, es sangre en circulación. Un computador no se considera un cerebro, pero cuando ejecuta las funciones del cerebro en lo  que refiere a organización de datos, retención de éstos en la memoria y solución de los problemas, ¿no es razonable decir que está pensando?

Pero esto puede decirse cuando un órgano natural se sustituye por uno artificial y ejecuta "todas" las funciones de la parte desaparecida. Los computadores no pueden ejecutar todas las funciones del cerebro humano. En respuesta a esta objeción, consideremos lo que comprende la inteligencia del cerebro. La inteligencia puede ser considerada no una cosa singular, de entidad definible, sino un continuo con muchas dimensiones. Una persona puede ser extremadamente capaz en un área, y relativamente incapaz en otra. Puede ser rápida al solucionar un problema, tanto que en un tiempo dado solucionará muchos más que otra, mientras que esta otra puede necesitar más tiempo pero ser capaz de solucionar problemas más complicados que la primera. Al primero de estos individuos no puede considerársele más inteligente que al otro. Tal vez se sitúen en diferentes puntos puntos de las varias dimensiones del continuo de la inteligencia, con un mayor desarrollo en la dimensión de la velocidad, y la otra en la de la complejidad.

Si empleamos los modernos computadores digitales en este continuo multidimensional, los podemos encontrar situados muy por encima del hombre en la dimensión de las velocidades, y por debajo de él en cuanto a complejidad de técnicas en el proceso de la información. No obstante, es interesante notar que si contemplásemos al computador en su infancia, tal vez cuando éste era un órgano totalmente mecánico, habría estado más bajo que el hombre en el continuo de la velocidad y decididamente más bajo en el proceso de la información. Todos los indicios nos hacen creer que la máquina continuará aproximándose (y posiblemente superando) al hombre en tantas dimensiones como puedan ser definidas.

Hay mucha gente que prefiere volver a definir el concepto de "pensamiento" con cada avance de la complejidad del computador. Consideran que la inteligencia es la diferencia entre la habilidad de la máquina y la del cerebro humano. Así, la definición de la inteligencia llega a ser cada vez más difícil porque las máquinas ejecutan cada vez más cuidadosamente las funciones del cerebro humano. Tal aproximación es preferible, pero llega a ser innecesaria si se emplea el concepto continuo de inteligencia. 

Frecuentemente se ofrece otro argumento negativo en lo que se refiere a la capacidad de pensar del ordenador: es una cuestión lógica y se deducen soluciones de premisas dadas, es un proceso enteramente diferente para dar una respuesta. Los poderes de inducción, como el poder de tener un pensamiento creador, son peculiares del hombre y separan su mundo de inteligencia del de la máquina. No obstante, es duro admitir científicamente que algo venga de la nada. Aún creadoramente, esta cima del pensamiento humano debe tener algún origen, desconocido hasta el presente. No es entonces verdad que la nueva idea, el destello de brillante discernimiento, el pensamiento creador, surge de una situación de hecho que no puede ser evidente aún para el pensador, pero ¿existe la nada? Si el pensamiento creador sigue unas reglas en todo, tiene alguna base en la predicción de los sucesos, entonces es solo asunto de tiempo, y el esfuerzo de esta habilidad puede ser programado en los computadores.

Pero así como el hombre no desarrolla su capacidad de pensamiento vegetando en el vacío, el computador necesita gran cantidad de entrada de información para desarrollar y mantener los procesos pensantes. Seguramente un computador solamente puede conocer lo que el hombre le introduce, pero entonces, ¿conoce un hombre más de lo que se le introduce? El hombre constantemente recibe información del medio ambiente a través de los sentidos. Los sentidos del computador consisten en órganos tales como las tarjetas perforadas y la lectura de cintas (computadores más ampliados pueden tener sentidos más fácilmente comparables a los humanos, tales como son la televisión para la vista y los micrófonos para el oído). El medio ambiente del computador consta únicamente de aquellos estímulos a los que se exponen sus sentidos.

Así el hombre tiene a su disposición "máquinas pensantes". Usadas adecuadamente, estas máquinas proveerán al hombre de un instrumento de trabajo que extenderá las fronteras de su conocimiento. 


De "Principios Básicos de los Computadores" de S. M. Weinsten y A. Keim. Editorial Labor, Barcelona, 1965.

jueves, 12 de julio de 2012

Imagen y semblanza de Antonio M. Grompone


“Quizá sea ésa fundamentalmente, la misión de la filosofía: darle un sentido y una posibilidad de esperanza a nuestra propia vida.” (Curso de metafísica, 1934)

Antonio Miguel Grompone,  nace en 1893 en Salto y muere en Montevideo en 1965. Catedrático en Filosofía General, en Filosofía del Derecho y en Filosofía de la  Educación; abogado, decano de la Facultad de Derecho y fundador y director del Instituto de Profesores “Artigas” (IPA).

Ha publicado: Curso de metafísica, 1919; obra prácticamente reelaborada en su segunda edición, 1934; Conferencias pedagógicas, 1927; Filosofía de las revoluciones sociales, 1932; La ideología de Batlle, 1938; Problemas sociales de la enseñanza secundaria, 1947; Universidad oficial y universidad viva, México, 1953 y Pedagogía universitaria, 1963.

Vía: Uruguay Educa