Enriqueta Compte y Riqué
(1866-1949)
Asombrada de mi misma que nunca pude, sin contener lágrimas, pensar en el retiro de mi escuela, por sencillo, por silencioso que imaginara el acto inevitable de la despedida, frente al gran homenaje de que soy objeto, estoy, como lo veis, firme y serena.Es que la conciencia me dice que no debo ver en tan hermosa demostración de reconocimiento, la prueba de méritos exclusivamente míos, aunque sólo se invoque mi nombre en este día; que el acto responde al deseo inquieto que tienen los nobles sentimientos de exteriorizar sus latidos, siempre que puedan, para agregar nuevas notas a la grandiosa armonía de la fraternidad universal. En verdad es así; porque yo, gracias a dotes de salud y a condiciones de carácter que recibí con la vida, libre de grandes obligaciones de mujer que no me quiso imponer el destino, haya podido hacer la marcha más larga en el camino por donde avanza el único ejército que lucha por la conquista de la verdadera paz, no he de creer que solo a mi pertenezca la rica copa de triunfo con que hoy me obsequiáis.
No obstante, de vuestras manos la recibo, orgullosa y aún más que orgullosa; agradecida por el cariño que significa; orgullosa, por la representación que me atribuyo; de los maestros que tienen conmigo el derecho de poseerla, de los que quedan atrás a pocos o muchos pasos del último que ha sido mío; de los que aún pueden, como yo, desde afuera agregar al bien común de la vida, el producto de actividades libres y de los que ya no pueden hacerlo porque se perdieron en el horizonte del más allá; en fin, de todos los que comulgaron la verdad en la sala de clase con sus niños, sin dejar ningún recuerdo de la influencia que tuvieron en la dirección con la sugestión de la palabra, de la voz, del gesto, de la mirada, de la seriedad, de la sonrisa. Ahora, ¡rarezas de la sinceridad! ¡Después de haber parecido modesta, voy a parecer vanidosa!
Señor Director de Enseñanza: En este momento solemne voy a daros cuenta –pensaba cumplir con el deber más adelante en amplia exposición escrita; antes no pude hacerlo– de que, simultáneamente con el Jardín de Infantes, desde el 10 de Marzo de 1892 ha funcionado un Laboratorio de Psico–Pedagogía, que conviene poner en relación con sus similares del extranjero, al mayor de los cuales le duplica la edad. Ese instituto nacional que empezó por imponer el estudio individual del niño, creando la Biografía Escolar, fue alentado en sus primeros ensayos por centros de cultura de Europa y Norte América, adonde llegaba noticias de ellos, por las publicaciones oficiales que hacía el Boletín de Enseñanza Primaria del Uruguay.
Desde 1897 sus trabajos continuaron haciéndose tesoneramente, sin interrupción, año por año, pero en silencio; por eso, las autoridades nunca pudieron tener conocimiento de la totalidad, que para la explicación se hacía cada vez más compleja. En 1899 dio carácter científico al tipo de las biografías que hasta entonces había sido de observación simple. En 1901 buscó nuevas vías de procedimiento para la investigación psíquica; y así fue cómo, cuando 6 o 7 años más tarde, el mundo pedagógico se revolucionó con la escala métrica de Binet Simón, sobre la base con que contaba, pudo estudiar los problemas derivados de lo que se ha llamado edad mental, sin desfigurar el triángulo que simboliza la unidad del alma. En 1932, fuisteis vosotros queridos discípulos y colegas, quienes en un gesto de cariño grande como este que recibo hoy, hicisteis aparecer en Lecciones de mi Escuela, algunos apuntes de los que guardan como esencias de vida las cajas de cartón que son preciosos cofres de mis recuerdos.
La existencia de los documentos que llevan el peso de medio siglo, está anotada en el inventario que presenté conjuntamente con mi renuncia del cargo de Directora de este establecimiento; pero el alma que palpita en ellos requería una ocasión especial para revelarse. El destino ha querido que fuera esta. Sr. Director: Espero vuestra autorización para extraer de los papeles que ya no son materialmente míos, las ideas que pienso divulgar interesando a la vez a las maestras que aspiren a ser mis sucesoras. Hay que conservar el privilegio que sobre sus inevitables deficiencias tiene ese Laboratorio, de no haber destrozado nunca con el escalpelo del análisis la función íntegra del espíritu; de haber ideado tests de sentimiento para darles el mismo valor que a los de inteligencia; haber llevado sus indagaciones al terreno de la aplicación inmediata en lo posible; y haber contado desde el año 1900 en que se completó la ampliación que distingue este Jardín de los demás, con el cuadro completo de vida que en orden cronológico se desarrolla desde la edad de tres años hasta la de diez.
Con motivo del último viaje que hizo a América María Montessori, a fin de cambiar ideas respecto a estas cuestiones con la autora de Antropología Pedagógica, me entrevisté con ella en Buenos Aires, presentada por el Consejo que presidía el Dr. Eduardo Acevedo. Tuve entonces la satisfacción de ir de labios de eminente médica-pedagoga, que era preciso enviar al otro hemisferio los datos de que le daba cuenta, para lo que me ofreció su apoyo espontáneamente. Por desgracia, ahora que con independencia de obligadas tareas, puedo dedicarme a ese trabajo, la ruta abierta por Solís, más de cuatro siglos atrás, está cerrada. Sin embargo, mantengo la esperanza de poder restablecer mi honrosa relación con la gran maestra dei bambini. Me urge explicar como he podido enaltecer tanto una obra mía, después de haber declarado que todos mis méritos, en injusticia, deben ser repartidos con los del Maestro Desconocido.
La iniciativa a que acabo de referirme, como todas las que pertenecen al Jardín de Infantes de Montevideo, me fueron sugeridas hoy por la Libertad, cuya efigie pudo ponerse en el frente de esta escuela, desde que se consideró colocada su piedra fundamental. Cuando al proponer el plan concebido por mí, hice comprender a mis superiores, que no deseaba hacer copia de ninguno de los moldes que había visto en Europa, sino obra con lo que ellos me habían sugerido, la Inspección Técnica que se hallaba a cargo del Sr. H. Figueira, aconsejó que técnicamente se me dejaba libre y así fue como pude gozar una dicha que hubiera querido ver reír en todas las escuelas como ha reído en la mía, por lo que he pugnado en mis conferencias siempre que me ha sido posible. Esa libertad nunca me impidió respetar el orden administrativo. Los inspectores pudieron darse cuenta de ello en todo momento. Jamás sentí la presión de un programa; pude modificar procedimientos siempre que los resultados me lo aconsejaban. Así, con la frescura diaria de una vida siempre nueva, como pasé 50 años en el Jardín pude pasar 100, si el curso del tiempo me lo permitiera. Nunca sentí fatiga ni desaliento. ¡Cómo había de sentirlos si al entrar por aquella puerta cada día, podía traer una idea nueva para corregir el error descubierto o ir adelante en el proyecto emprendido!
Lo bueno que estimáis en esta escuela es pues, de las sugerencias que me dio la Libertad. Su bendito recuerdo en estos momentos en que tantos pueblos la miran como faro de luz lejano en pesadilla de horribles sueños, aviva en mí el anhelo vehemente de verla dominar en todos los rincones de la tierra; de que siembren tantas escuelas como carros blindados y aviones hayan repartido la muerte; y de que los maestros de esas escuelas, capacitados para trazar sus propios planes, con fe en la bondad innata del ser humano, mantengan en sus normas de enseñanza el equilibrio de la razón y el sentimiento. Al espacio azul, donde minuto por minuto, van las llamas de las plegarias de los hombres de todas las creencias, dirijo mis últimas palabras con
súplica ferviente, que cada uno de vosotros en el afán de sus actividades, pueda ir más allá de lo que yo he ido, con el rostro acariciado por la brisa libre, siempre con la fe en el bien, mirando el mal como accidente pasajero de la vida; y sobre todo, sintiendo en las sienes la aureola de amor que yo recibo.
Enriqueta Compte y Riqué
Fuente: Portal de Uruguay Educa